Acabo
de regresar de un viaje que hice a California, donde radica una de mis hijas y
le comentaba a una amiga cuánto realmente quiere uno a sus hijos (¡claro!, las
mujeres normales) y cuánto se te va la vida en ocuparte de ellos. Tanto es así,
que no te das cuenta que el tiempo se te va como agua y, cuando acuerdas, ya
son adolescentes o ingresando a la Universidad.
Nada
de esto está mal. Me parece normal el que una mamá se ocupe de sus hijitos siempre.
Pero, ¿qué hay de la persona de la mamá? ¿No tiene tiempo para ella? ¿Descansa,
se divierte, es feliz? ¿Tiene la atención que se merece de parte de su marido o
de sus hijos? ¿Tiene amigas o un círculo social o profesional donde
desenvolverse como individuo que es? Y si acaso tiene marido, si no………pues
todas las preguntas anteriores serán palabras al viento, porque no hay
respuesta positiva. Y aunque algunas todavía presumen de marido, creo que es
igual que si no existiera, porque a veces la mayoría de ellos, sólo se ocupan
de lo económico y se quejan de cansancio al llegar a casa, tanto, que ya nadie
osa molestarlos.
Y
luego, estos pequeños verdugos son tan inteligentes que hasta saben qué número
de zapato es la mamá, o sea, que la tiene comiendo de su mano. Saben que si se
quejan aunque sea “quedito” la mamá está presto con ellos; que si el hermanito
lo molesta, la mamá lo defiende aunque no haya tenido la razón; que si él
quiere ver su serie de caricaturas, ya se puede ir despidiendo la mamá de su
novela o serie favorita por semanas enteras, y así, se la puede pasar la vida
entera sobreprotegiendo a sus hijitos. Ahora ya no se editan libros de “Mis
padres no me comprenden” sino de “Mis hijos no me comprenden”. ¿Hasta dónde
podemos llegar en tratar de hacer felices a nuestros hijos? Necesitamos ser muy
conscientes de la enorme responsabilidad que tenemos: la vida de nuestros hijos
será como nosotros los eduquemos y ellos serán felices o infelices según la
educación que les hayamos dado. Eduquemos con responsabilidad y amor.
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