Hablar de castidad es “utopía” diría la gran mayoría. Sin embargo, es posible que encontremos una aguja en el pajar……todavía.
La
castidad es la práctica de la pureza de espíritu y de alma, de mente y de
cuerpo. ¿Quién podría darnos un ejemplo de esto? Quizá los recién nacidos, los
pequeños e inocentes niños, alguno que otro adolescente y posiblemente uno que
otro adulto. Muchas enfermedades han brotado en los humanos gracias a la
infidelidad, al uso indebido de nuestro cuerpo, a la práctica abusiva de
nuestros instintos naturales y a la ignorancia. Yo no creo que la sociedad
mexicana esté de acuerdo con la modernidad de la juventud, donde ya se escucha
que los “vírgenes” son una especie en decadencia y motivo de burla para los
compañeros que los rodean…que quien “no lo ha hecho todavía” es porque le
faltan “pantalones” u otra prenda femenina. Lo comentan como “natural” quienes
así lo consideran conveniente o para su propio interés. Pero NO. No es así. Las
costumbres morales que nuestros padres y abuelos nos legaron son y serán
siempre unas buenas costumbres. Son y
serán garantía de una familia estable, responsable y feliz. ¿Por qué ser igual
que todos? ¿Por qué no ser casto? ¿Por qué les cuesta tanto trabajo a algunos
moderarse? La mente es muy poderosa. Finalmente, cada ser humano tiene libertad
para elegir lo que le conviene. La mente no nos ordena, nos sugiere, pero cada
quien
elige libre y concientemente lo que quiere hacer. Ordena a tu mente lo
que tu voluntad y tu inteligencia saben que es bueno. De esta manera, contribuirás a que la sociedad empiece a
enderezar su rumbo torcido.
¡Qué
tremenda responsabilidad tenemos las mujeres en
nuestras manos cuando sabemos que debemos educar a nuestros hombres! Porque
cada una de ellas sabe que el futuro de su familia está en sus manos. Pero la
mujer es solo el complemento del
hombre y en el matrimonio se necesitan
dos para integrar esa familia. En fin, debemos fortalecer nuestra voluntad
a fin de conducirla hacia donde nuestra inteligencia nos indica qué es lo mejor para cada quien. ¡Ánimo!
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