sábado, 25 de enero de 2014

Grandes diferencias


He sacado siempre mucho provecho de las pláticas que sostengo con mis amigas, la mayoría de ellas, casadas aún o separadas ya, y me doy cuenta de cuán benéfico es para todos tener variedad de amigos, porque se aprende mucho. Siempre desconocemos las mujeres los secretos de los hombres y viceversa y ¿no es ése el tema favorito de la mayoría?

La mujer por lo general parece ser el Ser más inteligente de la Tierra, el más humano, el más generoso y el más aguantador si lo comparamos con el sexo opuesto. Sin embargo, es hasta cierta edad que no se puede especificar, cuando la mujer realmente “abre” los ojos para ver el mundo tal cual es. Para esto, tiene que pasar por una serie de experiencias la mayoría de las veces, dolorosas y traumáticas que le indicarán por dónde ir, qué hacer, cómo hacer…y esto es debido a que ya no quiere sufrir las mismas consecuencias que padeció en carne propia. Quizá por estas situaciones es que muchas mujeres son a veces tan desconfiadas, tan astutas, tan precavidas, porque ve lo que le depara aquél futuro inmediato. A pesar de todo, la mujer siempre será más emocional que el hombre y posiblemente caerá en el mismo error cuando le “bajen las estrellas” nuevamente. Y quizá albergue la esperanza que “esta vez” sí le irá bien.

La mujer y el hombre tienen una diferencia enorme en el pensar y en el sentir, pero sin embargo, son complementarios. El puede estar muy materializado y ella muy espiritualizada y eso hace una pareja perfecta. El puede querer mucho a corto plazo y ella a largo plazo por la visión que posee y que es una de sus cualidades notables. En fin, todo en la pareja es “dando y dando”, porque de otra manera, el egoísmo matará el amor mutuo….además, es el amor el que deberá sacar de su propio “yo” a cada quien para volcarse en generosidad (por amor), en responsabilidad (por amor) y no querer que uno solo lleve el 100 por ciento en el manejo de esa relación. Ni la mujer debe llevar ella sola las riendas del hogar ni el hombre puede ser el amo y señor del mismo, sino custodiar al lado de su mujer, ese hogar para lograr la felicidad anhelada.



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