sábado, 7 de septiembre de 2013

Los desesperados


Nosotros no sabemos muchas veces por qué razón pasan las cosas, sobre todo las que nos dejan con mucho dolor, como la pérdida de un ser querido, por ejemplo.

He estado presente en algunas ocasiones con personas muy desesperadas e histéricas por haber fallecido alguno de sus parientes. Y llega a tanto su dolor y desesperación, que terminan odiando a todo mundo y echándole la culpa de sus desgracias. Tal fue el caso de una señora amiga mía, hasta entonces. Su esposo fue asesinado en la puerta de su casa y en ese momento, ni ella ni su familia estaban con él. Todos quedamos sorprendidos y consternados por el suceso y juntos lloramos por la pérdida de ese ser tan querido por todos nosotros. Sin embargo, ella fue alejando poco a poco a todos sus amigos, incluyéndome. Sentía que de alguna manera, todos éramos culpables de su dolor. Y la amistad terminó.     

Y así es. Cuando nos acontece alguna desgracia, culpamos a todos por aquello. O peor aún: pensamos en un Dios injusto, vengativo, indiferente o manipulador. Ni nos enteramos que Aquel por quien fuimos creados, está a nuestro lado, llorando y sufriendo a la par con nosotros. El hombre fue creado con su propia racionalidad y libertad. Y todos los que habitamos este planeta gozamos de esa capacidad de elegir. De manera que, si alguien viene a mi casa decidido a terminar con mi vida ¿qué puedo yo hacer? Sin duda, defenderme. Pero ¿y si me pesca por sorpresa? Y esa persona es tan libre de empuñar un arma y violentar a todos los que quiera. Por este motivo y muchos otros, fueron creadas las leyes civiles, morales y religiosas: para respetar el límite propio de cada persona. Mi “yo” termina donde empieza el “tu”.   
Conscientes de estas verdades dolorosas pero necesarias, no debemos desesperarnos ante las desgracias antes bien, debemos empezar de nuevo a reconstruir lo destruido, empezando por nuestros propios sentimientos. Si se sufre de abandono, abuso, muerte, despojo, es necesario recordar que la naturaleza tiene sus propias leyes y nada ni nadie la detendrá cuando castigue a los corruptos, ladrones, secuestradores, homicidas y todo tipo de malhechores y abusadores. No culpar a nadie y hagamos como los pajaritos cuando el viento o la lluvia destruye sus nidos: vuelven a empezar. O cuando las aguas barren con las viviendas de las hormigas o de los castores….¿lloran acaso o se desesperan? No. Vuelven a empezar. No desesperar nunca. Acudir ante Aquel que todo lo puede y obtendremos consuelo y bendiciones en abundancia. “Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor".
 
                                                                  

 

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