Nosotros
no sabemos muchas veces por qué razón pasan las cosas, sobre todo las que nos
dejan con mucho dolor, como la pérdida de un ser querido, por ejemplo.
He
estado presente en algunas ocasiones con personas muy desesperadas e histéricas
por haber fallecido alguno de sus parientes. Y llega a tanto su dolor y
desesperación, que terminan odiando a todo mundo y echándole la culpa de sus
desgracias. Tal fue el caso de una señora amiga mía, hasta entonces. Su esposo
fue asesinado en la puerta de su casa y en ese momento, ni ella ni su familia
estaban con él. Todos quedamos sorprendidos y consternados por el suceso y
juntos lloramos por la pérdida de ese ser tan querido por todos nosotros. Sin
embargo, ella fue alejando poco a poco a todos sus amigos, incluyéndome. Sentía que de
alguna manera, todos éramos culpables de su dolor. Y la amistad terminó.
Y
así es. Cuando nos acontece alguna desgracia, culpamos a todos por aquello. O
peor aún: pensamos en un Dios injusto, vengativo, indiferente o manipulador. Ni
nos enteramos que Aquel por quien fuimos creados, está a nuestro lado, llorando
y sufriendo a la par con nosotros. El hombre fue creado con su propia
racionalidad y libertad. Y todos los que habitamos este planeta gozamos de esa
capacidad de elegir. De manera que, si alguien viene a mi casa decidido a
terminar con mi vida ¿qué puedo yo hacer? Sin duda, defenderme. Pero ¿y si me
pesca por sorpresa? Y esa persona es tan libre de empuñar un arma y violentar a
todos los que quiera. Por este motivo y muchos otros, fueron creadas las leyes
civiles, morales y religiosas: para respetar el límite propio de cada persona.
Mi “yo” termina donde empieza el “tu”.
Conscientes
de estas verdades dolorosas pero necesarias, no debemos desesperarnos ante las
desgracias antes bien, debemos empezar de nuevo a reconstruir lo destruido,
empezando por nuestros propios sentimientos. Si se sufre de abandono, abuso,
muerte, despojo, es necesario recordar que la naturaleza tiene sus propias
leyes y nada ni nadie la detendrá cuando castigue a los corruptos, ladrones,
secuestradores, homicidas y todo tipo de malhechores y abusadores. No culpar a
nadie y hagamos como los pajaritos cuando el viento o la lluvia destruye sus
nidos: vuelven a empezar. O cuando las aguas barren con las viviendas de las
hormigas o de los castores….¿lloran acaso o se desesperan? No. Vuelven a
empezar. No desesperar nunca. Acudir ante Aquel que todo lo puede y obtendremos
consuelo y bendiciones en abundancia. “Haz la prueba y verás qué bueno es el
Señor".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por leer estas reflexiones personales y por tus comentarios.