Para
madurar y crecer como personas adultas es necesario a veces, alejarnos de los
seres que amamos. Porque nos damos cuenta que al seguir a su lado, estamos
condicionados, limitados o dependiendo de ellos. Sin embargo, hay personas que nunca
crecen. Simplemente cambian de ubicación pero siguen siendo los niños
dependientes de las decisiones y apoyo de otros. Y a propósito, me preguntaba
por qué algunos hombres se casan con mujeres mucho mayores que ellos o mujeres
con un carácter difícil. Pienso que ellos buscan la figura “materna” que los
guíe, que los cuide y los autorice a seguir “traveseando” por la vida. Quizá
por eso, muchos de ellos no pueden ser fieles. Se resisten a ser “sometidos”
por aquella figura que representa su mujer. Se refugian a la vez, en la
seguridad que les da aquella mujer gritona, altanera, violenta o quizá hasta
golpeadora. Después de todo, ellos siguen sintiéndose “infantes”.
No
amigos. Para ser felices se necesita algo más que una mamá sustituta. Se
necesita valorarse a sí mismos plenamente como hombres de una sola pieza y no
justificarse aduciendo una serie de necesidades artificiales. Valientes e
inteligentes, capaces de formar una familia normal al lado de una mujer íntegra
que les ofrezca no sólo su cuerpo sino también su disponibilidad, su actitud de
servicio, su lealtad, su prudencia y obviamente, su amor incondicional. Empezar
a independizarse cuanto antes de aquellas personas que todo les solucionan,
haciéndolos más “comodinos” y más irresponsables. Hacer conciencia de que la
pareja que necesitan es una persona que además de comprenderlos, los acepte tal
cual son y los ayude a madurar sin tratar de manipularlos. Ese es el verdadero
fundamento y base sólida para edificar una familia. Dos que se amen, que se
apoyen, que se comprendan y se retroalimenten espiritualmente. Así que: hombres….¡crezcan!
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