Si
midiéramos el tiempo, no el de las 24 horas, sino el que no podemos ver pero sí
experimentar, sin duda que nos daríamos cuenta que nuestra existencia sería
como una hora del resto de la eternidad. Y si vivimos una hora solamente ¿no es
demasiado poquito? Pero fijándonos bien, el tiempo transcurre y nada ni nadie
lo detiene. Pasa y pasa y al rato seremos historia. Los que vivimos ahorita,
los de mañana y así sucesivamente.
Si
pudiéramos medir en horas reales nuestra vida, nos preocuparía y mucho todo y
todos. Nos daríamos cuenta de lo que hemos hecho bueno y malo, de lo que
tenemos y ya no tenemos, de los amores y desamores, de los ratos tristes y
alegres, de las depresiones y las emociones, de lo material y lo espiritual, de
la soledad y la compañía, de nuestros logros y fracasos. Realmente es bueno
mirar hacia adentro de esta casa humana que somos nosotros. Qué parte de la
humanidad somos; cuántas cosas materiales poseemos y cuántas queremos acumular
(aún más); cuánto poder tenemos y cómo lo ejercemos; cuánto nos aprecian o
cuánto nos odian; qué vamos a dejar de herencia al morir y no sólo bienes
inmuebles o muebles, sino herencia de amor….¿cuánto?
Nos
urge aprovechar esta hora que pasamos por este mundo nuestro tan revuelto, tan
carente de sentido para muchos y enderezar el rumbo por si lo hemos perdido. ¡Urge
y mucho!
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