Cuando hablamos de esclavitud siempre nos imaginamos a un montón
de gente de raza negra sirviendo a sus amos, como antiguamente se usaba por
allá en tiempos del presidente Lincoln. Pero ahora nos referiremos a la
esclavitud personal, a aquella que todos hemos experimentado y que aún miles de
personas no saben que son esclavos de ellos mismos.
Esclavitud la mayoría de las veces, de nuestros propios vicios.
Dicen que todo lo malo y lo bueno viene de adentro de nosotros mismos. Si es
así, entonces ¡qué malos somos! Y siempre nos la pasamos echándole la culpa a
los demás. Si Pedro X tiene más que yo, es una injusticia….¿porqué él y no yo?
Si Juan X se sacó la lotería ¿porqué él y no yo? Si José X es más guapo y tiene
más suerte con las chicas ¿porqué él y no yo? Si el vecino tiene sus puerquitos
más gordos ¿porqué él y no yo? Tenemos ojos para mirar siempre enfrente, atrás
y a un lado de nosotros, pero no los tenemos para salirnos de nuestra mente y
vernos a nosotros mismos. Vemos con avaricia, con envidia, con coraje a
aquellos que tienen más suerte que nosotros o más que nosotros.
Todo esto me viene a la mente después de que leí un libro que me
impresionó mucho. Lo recomiendo ampliamente. Se trata de “El Esclavo” de un
autor bastante conocido. En él, el autor relata todo el bien perdido de una
persona que lo tuvo todo y lo perdió casi todo por soberbio, ignorante, egoísta
y vanidoso. El final es muy bueno y muy constructivo. Apto para adolescentes
sobre todo, pero también muy recomendable para muchos de nosotros que no hemos
aprendido a valorar lo que tenemos. En especial, el don de la libertad.
Libertad para elegir lo bueno; libertad para elegir la bondad, la justicia, la
honradez y con ello, la felicidad. Libertad para amar y ser amados. Eso sí que
es un don.
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