jueves, 31 de mayo de 2012

Nuestros compañeros.

                                                                
                                                                     


Era un programa de televisión donde se comentaba cuán diferentes somos todas las mujeres. Algunas muy posesivas; otras muy celosas; otras muy sometidas como si fueran del servicio doméstico; algunas muy violentas, otras muy tontas. ¿A cuál categoría elegiríamos para nosotras? Creo que nadie escogería la última y sin embargo somos muchas las que pertenecemos a este género, ya sea porque no nos damos cuenta de lo que decimos o de lo que hacemos, pero casi siempre en perjuicio de nuestro hogar.

En ese programa, el señor llega a su casa con un ramo de flores. Lo recibe su mujer y en vez de dirigirle una sonrisa lo interpela: ¿por qué razón me traes flores? ¿No será que te acostaste con alguna otra mujer y te gana la culpa y por eso me traes flores para que no te pregunte por qué motivo llegaste tarde anoche? Y empieza la discusión, luego la mujer ya enfurecida arremete contra él y termina corriéndolo de la casa. ¿Por qué somos así? ¿Por qué no esperamos para platicar con él en el momento oportuno? No hay necesidad de arrebatarlos en cuanto llegan.
 También comentábamos con las amigas, que siempre esperamos que nuestra pareja nos adivine el pensamiento; que como buen mago sepa qué contestarnos, que no olvide  nuestro cumpleaños, nuestro aniversario de bodas, que nos invite a cenar con frecuencia, o al cine. Muchas veces queremos asemejarnos a la secretaria de su oficina y nos teñimos el pelo o nos ponemos a dieta para competir en belleza y figura. Los años pasan por ambos. Ninguno es igual a través de los años. ¿Ellos también se tiñen el pelo o se ponen a dieta para gustarnos más?.
 Por bastantes cosas y acciones nuestras en las cuales nos contradecimos constantemente es que los hombres dicen: ¿quién entiende a las mujeres? y tienen razón. Es difícil convivir por años y años con una misma persona que difiere de nuestro gusto en muchas cosas, pero así nos enamoramos y así aceptamos vivir con esa persona. Y al convivir con ellos nos damos cuenta cuán diferente somos.  La mujer debe ayudar al hombre a superarse y crecer íntegramente, pero también el hombre debe ser no sólo el apoyo incondicional para su mujer, sino respetar sus gustos y su espacio. Los hombres responsables de su familia deben sentirse muy orgullosos de mantener a esa familia y de ser la cabeza principal. Saber que todos los integrantes de la misma pueden sentir plena confianza y apoyo en él, pero también la mujer debe sentirse realizada por tener esa clase de hombre que se preocupa por todos los detalles que faltan en su casa. Unos padres enamorados mutuamente deben dar plena seguridad a los hijos para su futuro.

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