lunes, 26 de septiembre de 2011

Demasiado tarde

Siempre he sido partidaria de los matrimonios o parejas que viven o conviven juntos. Es decir, que el hombre trabaje en la misma ciudad donde vive su mujer y sus hijos. Es cierto que a veces el trabajo del jefe de familia es fuera de la ciudad, pero ¿ a costa de qué?
Cuando el hombre se establece en una ciudad distinta, es normal que no se lleve a su familia de inmediato, pero puede hacerlo una vez ya establecido. ¡Cuántas parejas se han distanciado emocionalmente por este motivo! Me acuerdo de una amiga mía que se casó y tuvo 2 hijos. El señor trabajaba fuera de la ciudad y regresaba semanalmente. Un día lo cambiaron bastante lejos y le pidió a su esposa que lo acompañara (con todo e hijos, claro) pero como los niños no querían perder su “hábitat” y la mamá quería complacerlos en todo, no se fue con él. El señor empezó a espaciar sus visitas a la familia. Los hijos crecieron, terminaron sus carreras y el esposo seguía insistiendo en que su esposa se fuera con él. Ella le dijo que en cuanto sus hijos se casaran se iría con él. Después que se casaron los hijos, la señora llama a su esposo para decirle que ya está libre para irse con él ¡finalmente! Entonces su marido le dice: “lo siento, es demasiado tarde. Te esperé mucho y otra persona ocupa tu lugar”. Otras ocasiones la separación se va haciendo costumbre a tal grado que si el marido llega a su casa, su mujer se fastidia y sólo espera el momento de que él se vaya. El por su parte, prefiere estar lejos de su mujercita, para no escuchar sus constantes lamentos y reclamos. ¡Muy comodinos los dos!
Es muy triste que por ganar unos pesos de más, las parejas vivan separadas. ¿No saben que: "falta el trato continuado, el sabor de las caricias para hacer que las pasiones se conserven encendidas” como dice la canción y por eso…”poco a poco te me olvidas”? Así es amigos. El vivir día a día compartiendo con nuestra pareja todos los pequeños y grandes momentos de la vida es lo que más vale. Hombre: no abandones a tu mujer. Ella necesita de tu compañía. Mujer: sigue a tu marido a donde vaya. ¡Qué importan las incomodidades! ¡Síguelo! No dejes que sea demasiado tarde.                   
                                                           

martes, 20 de septiembre de 2011

Padres débiles, hijos autoritarios

¡Qué diferentes eran aquellos tiempos cuando los hijos obedecíamos a nuestros padres sin replicar! Igualito que ahora nuestros hijos obedecen……..a sus libres impulsos y tienen oídos sordos a nuestros requerimientos. Si nuestra mamá repetía una orden, el papá volteaba a vernos y ¡era suficiente! No se replicaba, no se cuestionaba, no se justificaba, solo se obedecía. Así crecimos, muchos, la mayoría con sus dos padres y ¿qué nos pasó? Maduramos, formamos familias, yo diría más o menos estables pero nos enfrentamos a otra época diferente, con métodos diferentes para educar a nuestros hijos y decidimos que ellos serían libres para tomar decisiones propias.
Antes, sabíamos que para salir al cine o a “dar la vuelta”, debíamos tener nuestro cuarto en orden, las vasijas limpias y si ya habíamos cumplido con nuestros deberes, solo entonces podíamos salir. Así que, si queríamos algo, debíamos pagar por ello. Ahora, no solo les cuesta NADA a nuestros hijos lo que quieren, sino hasta el más mínimo esfuerzo lo hacemos nosotros. ¿Qué hemos creado? 








Hemos generado hijos desobedientes (derechos humanos), groseros (libertad de expresión), flojos (libertad de acción) y violentos (libertad de no sé qué). Se creen con derecho a todo porque no hemos sabido educarlos, solo amarlos. Nos creen débiles y torpes; ya solo nos falta pedirles permiso para “dar la vuelta”. Hemos perdido autoridad ante ellos o más bien, se la hemos cedido. Ojalá que reconsideremos esta situación que nosotros mismos hemos propiciado y rescatemos los valores morales extraviados en algún lado y en algún momento. Acordémonos que el éxito en sus vidas depende de varios elementos: honradez, constancia, afán de superación y servicio al bien de los demás, para que su futura comunidad se vea libre de “padres débiles e hijos autoritarios”.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Decisiones difíciles

Hablar de una separación permanente de la pareja es un tema bastante delicado. No  es el punto abordar el tema del divorcio específicamente, pero sí a las situaciones que permiten que una pareja tome tan terrible decisión.
Hay muchos elementos negativos en su mayoría, que hacen posible tomar esta decisión: la falta de comunicación, el temperamento natural de cada cónyuge o compañero de nuestra vida, las discusiones frecuentes por culpa de la cuñada o de la suegra que casi nunca falta; la distancia geográfica y física de cada uno ( por motivos de trabajo), la ausencia frecuente de uno de los dos, también por motivos de trabajo, situación que pone a la mujer en una situación de soledad a la que quizá no estaba acostumbrada; la avaricia, la infidelidad, la violencia física, verbal o psicológica, en fin, hay muchos elementos que no terminaríamos de definir.
Creo que el mayor de todos los males es la soberbia de uno de los dos o de la pareja en sí. No saber pedir perdón, no reconocer los errores con humildad porque la confunden con humillación. No tomar en cuenta todo el esfuerzo que hace el hombre o la mujer, según el caso, por tener una mejor posición económica. Ignorar el sacrificio de la mujer en su casa o con sus hijos. Y cuando hay hijos de por medio, las consecuencias son funestas por esta decisión. Alguno de ellos pensará: ¿Y mi vida, qué? ¡Tengo derecho a ser feliz, a vivir MI propia vida! Y esto, es el mayor de los egoísmos sobre todo, cuando hay hijos. Ellos no pidieron venir al mundo. Y mucho menos se imaginaron que uno de sus padres los abandonaría por la causa que fuese. Solo cuando es absolutamente necesario y no hay que recalcarlo, se dará el divorcio de la pareja. Recapacitemos amigos: nuestra vida, nuestras decisiones YA las tomamos. Si fracasamos, tratemos de corregir los errores, pero NO a costa de la felicidad de nuestros hijos. Acordémonos que cada miembro de un matrimonio es 100 por ciento responsable del éxito o fracaso de él. No sólo la mujer debe cargar en sus hombros toda la responsabilidad. Los hijos son de los dos, no sólo de ella. Cuando tomen una decisión difícil, piénsenlo dos veces. Quizá la diferencia entre ustedes no se arregle, pero traten, hagan un esfuerzo por conservar su unidad. Su mutuo amor puede renacer con un poco o un mucho de buena voluntad, sobre todo recuerden los tiempos de su noviazgo, si no ¿por qué se casaron? ¿Obligados o voluntariamente? Acuérdense de sus buenos tiempos y encomiéndense a Dios.




                                         

sábado, 10 de septiembre de 2011

Juventud y Matrimonio

Hay veces que tenemos tantos problemas con nuestra pareja, que pensamos que lo mejor es vivir solos, pero cuando viene la reconciliación, se nos olvida completamente este pensamiento. Y la vida de la pareja es así: con altibajos constantes. A veces la mujer está por demás irascible, molesta por cosas tan pequeñas que más parece una niña necia que una mujer madura. Y es que la madurez no tiene edad. Se puede ser un adulto de 40 y tener una madurez de 8 años o viceversa. O tener 22 años y parecer un adulto de 40 ó 50 años. Y es que las personas para ser “centradas” tienen que tener buen juicio, ser imparciales, tolerantes, de mente abierta para aceptarnos tal cual somos o aceptar ideas diferentes a las nuestras. De manera que, al casarnos, pocas veces tomamos en cuenta si nuestro futuro cónyuge piensa como nosotros, si tiene la misma religión, si es avaro, si es violento y muchas otras cosas que deberíamos haber tomado en cuenta. Pensamos: cuando nos casemos se le quitará o, yo haré que cambie y grave error: genio y figura hasta la sepultura.  Nunca sabemos si esa edad para casarse era la adecuada o si estábamos maduros suficientemente.                                                                
Los que son violentos o infieles o tomadores, pocas veces cambian. Sabemos que no es una regla establecida. De hecho, existen casos excepcionales. Personas que han cambiado. Sin duda, el amor los ha cambiado. O el sufrimiento, el cual también puede hacer cambiar a las personas. ¿Se han fijado que cuando estamos enfermos nos portamos muy bien? ¡Claro! ¿Quién puede portarse violento? Si estamos indefensos o, al menos, así nos sentimos. Quizá debamos pedir al cielo enfermarnos más seguido. Muchas cosas pudimos haber evitado, errores por supuesto, si nos hubiéramos fijado mejor pero recordemos: el “hubiera” no existe. También durante ese tiempo pensamos: si me voy a casar con él  o con ella, no con su familia, ¡error! también entra allí su familia. Ahora lo sabemos. Pensamos con el corazón no con la cabeza. Por todo esto, debemos aconsejar a nuestros hijos. Aunque en ocasiones es inútil. El amor es ciego y sordo y más cuando somos jóvenes. No escuchamos y ponemos oídos sordos a todos los consejos. Lo ideal es que al casarse, no vivan con sus padres sino aparte, para que empiecen a madurar como pareja. Y no tomar decisiones por ellos. Dejarlos que cometan sus propios errores a gusto. Nada de entrometerse, aunque nos duela. Es mejor como padres, no enterarnos de sus problemas emocionales, porque ellos se reconcilian pronto y nosotros no perdonaremos pronto.  Tampoco debemos acostumbrarlos a depender económicamente de nosotros. Así nunca madurarán. Apoyarlos en lo que se pueda sin entrometerse demasiado. ¡Que sean felices a su manera! Confiemos que formarán una buena familia con nuestra bendición.
 

lunes, 5 de septiembre de 2011

TIEMPOS DIFICILES

Hay veces que nos encontramos un poco deprimidos por tal o cual situación. Cuando sabemos que la solución a nuestros problemas es fácil, entonces podemos empezar a alegrarnos el día, pero cuando no, entonces  aquella depresión aparte de ser tal, aumenta a ser  preocupación. La verdad es que a veces somos muy incautos o inocentes (lo que no significa que seamos tontos o algo parecido) y sentimos que nuestra confianza ha sido traicionada, que aquello no es lo que nosotros creíamos; que aquellas personas no eran como nosotros pensábamos y recibimos tal desilusión, que al darnos cuenta de la realidad, nos ponemos tristes. Y es que cada cabeza es un mundo. ¿Cómo saber lo que el otro piensa o siente?
A veces el ser transparente en nuestra conducta hacia los demás, nos hace ser muy vulnerables. Lo malo es que nos damos cuenta demasiado tarde. Creemos que nuestro afecto es correspondido; creemos que el otro piensa casi igual que nosotros; creemos que somos aceptados tal y como somos y ¡qué difícil resulta darse cuenta del error tan grande en el que estábamos! Esto me recuerda a una amiga que vivía rodeada de amigos, es decir “de amigos” hasta que un día tuvo una mala racha y perdió su empleo, su casa y por supuesto, sus “amigos”. Estos dejaron de frecuentarla porque ¿a qué iban? ¿a ver tristezas?. Si no había allí ni una cerveza o un refresco para animarse; además, si su amiga solo sabía quejarse ¿no era mejor no ir a visitarla? En fin, todos la abandonaron. Ella obviamente, se deprimió ¿y quién no? Con esos amigos ¿para qué quería enemigos?
Así es. Somos amigos en la prosperidad y en la salud, pero cuando el amigo nos necesita ¿dónde estamos? Decimos y hasta nos creemos “buenos” pero la verdad es que no lo somos. ¿Hasta dónde hemos abandonado a un amigo? ¿Cuántas veces hemos hablado mal de él? O ¿cuántas veces lo hemos criticado frente a otros y por nuestra culpa le hemos creado mala fama?¿Cómo se llama eso? La verdad es que seamos como seamos, debemos aceptarnos a nosotros mismos, amarnos tal y como somos, con todos nuestros defectos y el que nos quiera, bien; el que no, ni modo. No podemos ser diferentes o hacer diferente a otros porque no nos gusta su manera de ser. Aceptémoslos como son.
Que nuestros tiempos difíciles  nos ayuden a crecer como personas, a humanizarnos más. Que estos tiempos nos hagan recapacitar y nos impulsen a renovarnos interiormente para salir adelante sin depresiones ni tristezas. Animo.