lunes, 22 de julio de 2013

El tiempo y la eternidad


Si midiéramos el tiempo, no el de las 24 horas, sino el que no podemos ver pero sí experimentar, sin duda que nos daríamos cuenta que nuestra existencia sería como una hora del resto de la eternidad. Y si vivimos una hora solamente ¿no es demasiado poquito? Pero fijándonos bien, el tiempo transcurre y nada ni nadie lo detiene. Pasa y pasa y al rato seremos historia. Los que vivimos ahorita, los de mañana y así sucesivamente.
                                   

Si pudiéramos medir en horas reales nuestra vida, nos preocuparía y mucho todo y todos. Nos daríamos cuenta de lo que hemos hecho bueno y malo, de lo que tenemos y ya no tenemos, de los amores y desamores, de los ratos tristes y alegres, de las depresiones y las emociones, de lo material y lo espiritual, de la soledad y la compañía, de nuestros logros y fracasos. Realmente es bueno mirar hacia adentro de esta casa humana que somos nosotros. Qué parte de la humanidad somos; cuántas cosas materiales poseemos y cuántas queremos acumular (aún más); cuánto poder tenemos y cómo lo ejercemos; cuánto nos aprecian o cuánto nos odian; qué vamos a dejar de herencia al morir y no sólo bienes inmuebles o muebles, sino herencia de amor….¿cuánto?

Nos urge aprovechar esta hora que pasamos por este mundo nuestro tan revuelto, tan carente de sentido para muchos y enderezar el rumbo por si lo hemos perdido. ¡Urge y mucho!

martes, 16 de julio de 2013

Hablando de esclavitud.........


Cuando hablamos de esclavitud siempre nos imaginamos a un montón de gente de raza negra sirviendo a sus amos, como antiguamente se usaba por allá en tiempos del presidente Lincoln. Pero ahora nos referiremos a la esclavitud personal, a aquella que todos hemos experimentado y que aún miles de personas no saben que son esclavos de ellos mismos.

Esclavitud la mayoría de las veces, de nuestros propios vicios. Dicen que todo lo malo y lo bueno viene de adentro de nosotros mismos. Si es así, entonces ¡qué malos somos! Y siempre nos la pasamos echándole la culpa a los demás. Si Pedro X tiene más que yo, es una injusticia….¿porqué él y no yo? Si Juan X se sacó la lotería ¿porqué él y no yo? Si José X es más guapo y tiene más suerte con las chicas ¿porqué él y no yo? Si el vecino tiene sus puerquitos más gordos ¿porqué él y no yo? Tenemos ojos para mirar siempre enfrente, atrás y a un lado de nosotros, pero no los tenemos para salirnos de nuestra mente y vernos a nosotros mismos. Vemos con avaricia, con envidia, con coraje a aquellos que tienen más suerte que nosotros o más que nosotros.                           
                                    

Todo esto me viene a la mente después de que leí un libro que me impresionó mucho. Lo recomiendo ampliamente. Se trata de “El Esclavo” de un autor bastante conocido. En él, el autor relata todo el bien perdido de una persona que lo tuvo todo y lo perdió casi todo por soberbio, ignorante, egoísta y vanidoso. El final es muy bueno y muy constructivo. Apto para adolescentes sobre todo, pero también muy recomendable para muchos de nosotros que no hemos aprendido a valorar lo que tenemos. En especial, el don de la libertad. Libertad para elegir lo bueno; libertad para elegir la bondad, la justicia, la honradez y con ello, la felicidad. Libertad para amar y ser amados. Eso sí que es un don.

jueves, 11 de julio de 2013

El principio de la felicidad





Desarrollar el tema de la felicidad parece ser un tema difícil y de verdad lo es. Porque cada quien es feliz según sus propios anhelos o ideales. Pero en lo que creo que todos coincidimos es en que la felicidad es lo mejor que existe, lo que nos hace sentirnos plenos, realizados, contentos, satisfechos y sin desear nada más.

Para un niño quizá ser feliz consista en conseguir aquella bicicleta que tanto desea. Para un adolescente triste pudiera ser, ver que sus padres se amen, se reconcilien y que no se lastimen más. Para un enfermo sería recobrar la salud; en fin, la felicidad es todo lo contrario de lo negativo, de las malas vibras, de las enfermedades, de la pobreza, del hambre, de la soledad, del rechazo, de la discriminación, de las humillaciones, de la libertad perdida y de la ignorancia.

Muchas veces no vemos cuántas cosas buenas nos pasan, pareciera que estamos ciegos. No vemos la salud que en este momento tenemos, la familia que nos rodea, el hecho de contar con una casa, con un abrigo, con lo básico para alimentarnos. No vemos o quizá sí, todos los beneficios que nos proporciona el sol, el agua, el viento, las palabras de aquella persona, tan oportunas. No vemos o no queremos ver cuánta gente nos quiere bien: nuestros padres, hermanos, amigos, compañeros, nuestra pareja. Nos damos cuenta del valor tan tremendo de aquella persona querida, hasta que la perdemos. Nos lamentamos de no haber compartido con ella nuestro cariño o los bienes que teníamos. ¿Por qué buscar un “especial” o “rebajado” para un ser querido, sobre todo, si ese ser querido es nuestro padre madre o hermano? ¿No se merecen ellos algo más de lo que pensamos gastarnos en ellos? Luego, cuando se han ido de este mundo o de nuestro lado, nos lamentamos por años y años.

Dejar de lado tanto egoísmo de nuestra parte, tanta avaricia, envidia, egoísmo, vanidad y todos los males que traemos dentro de nosotros mismos, nos causaría mucha felicidad, esa que estamos buscando. Y saber ver todas las pequeñas cosas que hacen que nuestra vida sea grata y plena. Saber despertar en nosotros esa particular capacidad de VER. Y ser agradecidos con nuestro creador por todo eso que obtuvimos gratis: la naturaleza con todos sus beneficios. Abrir los ojos de nuestro corazón y empezar a ser felices con lo que tenemos y con lo que somos.

lunes, 1 de julio de 2013

Querer es poder, casi siempre.

                                                   




Conocí a una maestra hace más de quince años. Ella era y sigue siendo una de las personas que más he admirado. Sencilla pero elegante, educada y culta. Tenía a su marido y tres niñitos. La primera vez que platiqué con ella tuve la impresión de que era una mujer que soñaba despierta. Tenía muchas ilusiones y ganas de superarse en todos los aspectos. Yo seguía pensando que era imposible lo que ella deseaba hacer. Y ya que han pasado más de quince años, he visto cómo poco a poco ha ido realizando uno a uno todos sus sueños. Fundó una escuelita que, al principio estaba en una casa de renta, luego se cambió a otra casa más grande, contrató más maestros y así sucesivamente. En aquellos años pagaba la renta de su casa y de sus locales donde tenía sus escuelitas. Me la encontré hace poco y me contó todos sus logros. De hecho ha fundado desde pre primaria hasta Universidad. ¿Cómo le hizo? Su marido la apoyó en todo desde un principio y siempre encontraban la solución a todos sus problemas; sus hijos ya están grandes; tiene su casa propia y sus propiedades son principalmente escuelas. Se oye fácil, pero creo que esa mujer, esa gran mujer debió haber sacrificado mucho de su tiempo, de su esfuerzo, de su entretenimiento para lograr lo que ahora tiene. Y creo también que su marido puso la parte que le correspondía.
 Creo que ella ha encaminado bien a toda su familia y lo ha hecho porque es una mujer de mucha fe. Fe en sí misma y fe absoluta en Dios, quien le ha provisto remedio a sus necesidades, que han sido muchas. Aquí si se puede decir que “querer es poder”. Esa familia ahora es una familia muy unida y llena de amor. Claro que han tenido muchísimos problemas y de toda clase, pero han sabido afrontarlos y enfrentarlos.  Y no solo eso. Tratan de ayudar a todos los que pueden porque son personas que tuvieron muchas precariedades y comprenden lo que es la ausencia de muchas cosas. La vida y el ejemplo que a esos niños les han puesto sus padres son por demás ejemplares. Ojalá que la mayoría de nuestras familias fuera así. Y así, como esa maestra que conocí y que admiro, he conocido muchas otras personas que se han labrado con su propio esfuerzo si no el éxito, sí las satisfacciones de salir adelante con su familia. Hombres y mujeres grandes de espíritu que han tenido el firme propósito de superarse. ¡Eso sí que querer es poder!

Realmente todos tenemos problemas, uno tras otro, pero si los hemos ido resolviendo, ¿no provoca eso, satisfacciones? Si. Con cada problema resuelto de cualquier índole, crecemos más. Nuestro espíritu crece y crece hasta hacerse adulto y como tal, muy maduro. Si no tuviésemos problemas seríamos personas mediocres y sin sensibilidad. Resolver los diarios problemas de nuestra vida es asunto de personas inteligentes y sin duda, eso somos.