Es fácil hablar de ser
felices cuando se tiene el estómago lleno y cuando se tiene la vida resuelta, a
pesar de los problemas cotidianos a los que nos enfrentamos diariamente. Es
difícil serlo cuando se tiene qué pensar en conseguir trabajo, en resolver un
asunto pendiente de la familia o de la pareja, en conseguir la salud para que
nuestro pariente sane, en arreglar aquel problemón con los parientes mismos o
con los compañeros de trabajo, en fin, es difícil la vida cuando no encontramos
el apoyo necesario para salir adelante. Y a veces no se necesita dinero para
solucionar aquel problema, sino solo un consejo o un apoyo moral, un estímulo,
unas palabras de consuelo, una demostración afectiva o cariñosa de los que nos rodean. ¡Cuánta
gente alrededor nuestro siente que la vida es tan difícil! Y no nos damos
cuenta porque estamos enfrascados en nuestro propio mundo y nos enteramos demasiado
tarde de que un amigo se suicidó, de que fulanito se quitó la vida por culpa de
“aquella mujer”; de que el vecino se envenenó o se ahorcó porque no tenía
dinero para pagar el recibo de luz….y ¿??????? Sentimos que eso no nos atañe. Si
nuestro corazón fuera de carne sentiríamos que todo ser humano es hermano y que
como tal, debemos interesarnos por “sus” cosas. ¡Y qué! No se queda uno pobre
por ayudar a alguien económicamente. No se queda uno completamente desanimado
por alentar a otro que está deprimido. Necesitamos prestar atención y cooperar
para que la vida sea fácil, para todos, no solo para nosotros. Esa es nuestra
obligación.
lunes, 20 de mayo de 2013
¿Qué tan fácil es la vida?
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