jueves, 12 de abril de 2012

Confesión de un hombre

                                                         



En busca del placer, me olvidé de vivir. Buscaba yo la felicidad perfecta. Ser rico, estar saludable y tener mil amores. Y a eso me dediqué. Busqué las muchachas más bellas, más inocentes. Las engañé. Procreé ¿cuántos hijos? No lo sé. Solo sé que las abandoné cuando me enteraba de su embarazoso estado. Tuve miedo por instantes, pero luego lo olvidé. Busqué otra y otra. Al fin encontré una que me negó todo contacto sensual y con esa me quedé. Al principio fui fiel pero como todo, me cansé. Me sentía frenético siendo infiel; aquella sensación de hacer lo prohibido me resultaba agradable y no podía parar. Cuando mi esposa me confrontaba, yo negaba todo. Luego me volví cínico y le dije que si me quería así, bien, si no, nos divorciaríamos. Recuerdo que lloró mucho; lloró sin parar, pero mi corazón no se ablandó. Dejé mi casa y a mis 3 hijos. Cohabité con otras mujeres, pero todas finalmente, me aburrieron. Trabajaba día y noche, siempre satisfaciendo mis gustos. Derroché todo y no guardé nada. Hoy, estoy solo, viejo y cansado. Siento que nadie me quiere. Pero ¿qué mal les he hecho yo? Será que¿me olvidé de vivir? ¿En qué estuve mal? ¿Alguien me puede decir? 

¿Será que este caballero no pensó más que en sí mismo? ¿Qué vivió sin importar cuánto sufrimiento dejaba atrás? (Pedro Páramo se quedó corto) ¿Hijos bastardos, cuántos? ¡Cuánto resentimiento acumulado contra él a través de todos esos años debió haber tenido! Y sus amigos ¿lo aplaudirían por sus aventuras o serían igual que él?

¿Tenemos como sociedad alguna responsabilidad en esto? ¿El sexo lo es todo?

¡Reflexionemos amigos!.

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