Dado que soy abuela desde hace rato, me atrevo a comentar algunas de
las cosas que me han pasado. Cuando mis primeros nietos aparecieron en la
escena de la vida, nos sentimos rejuvenecidos y realizados. Pensamos que ya
todo estaba hecho y que solo nos restaba cuidarlos de vez en cuando, quererlos
mucho y mimarlos. Nunca sabe uno las vueltas que da la vida y no sabes si tienes
que volver a practicar las peripecias de cambiar pañales, de arrullar bebés, de
desvelarte, de dar consejos sobre cómo quitarle los cólicos a los recién
nacidos y un montón de cosas más que la nueva mamá desconoce. Tampoco sabes si
algún día no muy lejano te tocará quedarte con ellos un fin de semana, unos
meses, unos años o el resto de tu vida; obviamente de tu vida, no de la de
ellos.
He conocido y tengo amistad con algunas personas de mi edad que son
también abuelas como yo. Algunas cuidan a sus nietos noche y día porque la hija
se divorció y el papá ni sus luces. Otras se ocupan de ellos toda la semana
porque los papás trabajan y no hay dinero suficiente para pagar a alguien que
los cuide. Otras abuelas más afortunadas reciben la visita de sus nietos el fin
de semana y allá va el abuelo a comprarles sus golosinas favoritas. En fin,
nietos van, nietos vienen y nosotros nunca dejamos de preocuparnos por todos
ellos. Algunos crecen con un buen recuerdo de los abuelos, otros no tanto.
Sin embargo, creo que a pesar de todo lo que hagamos por ellos,
nunca nos agradecerán lo suficiente. Y jamás debemos esperar agradecimiento de
su parte, porque pienso que así también fuimos nosotros con nuestros abuelos.
No desagradecidos pero sí olvidadizos. Pensamos que ellos tenían la obligación
de cuidarnos, de mimarnos, de pasearnos o de comprarnos cosas. Que tenían
también la obligación de autorizarnos a hacer aquellas cosas que nuestros
padres no nos permitían hacer. Lo que sí debemos tener presente es qué clase de
recuerdo deseamos que nuestros nietos guarden respecto de nosotros. Respetar
las reglas que les establezcan sus padres, nuestros hijos, y hacerles sentir
que los amamos, sencillamente porque son nuestros nietos.
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