Recientemente se han
estado produciendo series televisivas de terror, de muertos que caminan, de
fantasmas, en fin, de cosas relacionadas con lo paranormal, es decir, lo que va
más allá de lo normal. Y bueno….a nosotros nos gusta asustarnos porque eso nos
divierte. Y vemos las películas con escepticismo e incredulidad y aunque
disfrutamos el momento, no dejamos de tener “miedito” a las horas de la noche.
No creemos en nada ya….somos escépticos. Necesitamos “ver para creer”.
Los
suicidios, los secuestros, las violaciones, los crímenes, las adicciones son
eso precisamente: algo que no es normal. Esos horrores que padecen las víctimas
y que son causados por los “poseídos” por el mal, son consecuencia de la
incredulidad de la mayoría de nosotros. Si hoy bajara Jesucristo del cielo, sin
duda lo televisarían al momento, le pedirían un análisis de su ADN y la NASA
enviaría a sus científicos más renombrados, ¿para qué? Para comprobar que El es
el hijo de Dios y como tal debe poseer un sinfín de cualidades prodigiosas que
le permiten realizar milagros…y luego…. ¡quién sabe qué sería del pobre! Aunque
resucitara a un muerto no creeríamos en El. ¿Por qué somos así? Somos
escépticos o incrédulos por naturaleza o más bien, por nuestra mala naturaleza
corrompida por voluntad propia. Si la maldad fuera tan sólo “un concepto” y no
una realidad tangible, no habría problema…pero no lo es. Ojalá lo fuera para
que “a la hora de la hora” no nos tiemblen las piernitas…..y entonces creamos
que la maldad sí existe y está presente donde se le solicite.
Qué
bueno sería que los productores de películas o series para televisión opten
también por hacer algo en beneficio de la gente…..que muevan los corazones, que
al ver esas películas queramos, al final de ellas, ser más buenos, más
generosos, más leales, más justos. Dejemos el escepticismo y creamos en lo
bueno y en lo malo también.