¿Cuál es la relación que llevamos con
los hijos? Teníamos una amiga en especial que era divorciada y nos decía que de
sus dos hijos, uno era muy responsable, el otro no. Había mucha diferencia
entre ellos, amén de que eran de diferente padre. En fin, ella comentaba que
había sufrido mucho con el otro chico que ya estaba en plena juventud y apenas
empezaba a tomar en serio la responsabilidad de su persona, pero se sentía
culpable por no haber sido lo suficientemente centrada para conducir a su hijo más pequeño. Siempre discutían; por cualquier cosa insignificante ella lo
maltrataba y obviamente, cuando su hijo creció, los altercados eran al tú por
tú. Sin embargo, las cosas ahora han cambiado para bien de los dos. Ella se dio
cuenta de sus errores y decidió tratarlo de diferente manera. Ya no más gritos,
no más compararlo con su otro hermano, no más negativismo de su parte, no más
pleitos por las cosas materiales. Todo cambió desde entonces. El chico ha
reanudado sus estudios, trabaja con otros chicos y se ocupa siempre de manera
positiva. ¿Qué pasó entonces?
Ya
nos damos cuenta a veces, muy tarde, de los errores que cometemos los padres
con los hijos. Pensamos que nuestras decisiones son perfectas. Que nuestras
órdenes son irrebatibles, que ellos solo tienen que obedecer sin replicar. Si
no lo hacen, los consideramos rebeldes y groseros. A veces les recalcamos todo lo que nos ha costado su mantenimiento, como si ellos fueran culpables de estar en este mundo. Nos olvidamos que también
nosotros fuimos jóvenes y que cometimos muchos errores; que nos costó mucho
formar una familia funcional o disfuncional, pero ahí la llevamos; que también
a nosotros nos costaba mucho obedecer las reglas del hogar; que nos queríamos
quedar dormidos y no ir a la escuela, en fin, queremos que ellos sean los
hijos perfectos, que nosotros no fuimos. A veces no nos damos cuenta que los
hijos necesitan ser escuchados; que nuestro tiempo no es el de ellos, ni
nuestra época ni nuestras costumbres. A veces solo necesitan que les pongamos
atención y que los tratemos como nos gustaría que a nosotros nos hubieran
tratado en nuestra infancia y juventud nuestros padres. Démosle a nuestros
hijos lo que necesitan para crecer interiormente y dejemos los pleitos para los
que no tienen espacio en su corazón más que para ellos mismos. ¡Escuchemos a nuestros
hijos!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por leer estas reflexiones personales y por tus comentarios.