miércoles, 12 de septiembre de 2012

Pleitos con los hijos


¿Cuál es la relación que llevamos con los hijos? Teníamos una amiga en especial que era divorciada y nos decía que de sus dos hijos, uno era muy responsable, el otro no. Había mucha diferencia entre ellos, amén de que eran de diferente padre. En fin, ella comentaba que había sufrido mucho con el otro chico que ya estaba en plena juventud y apenas empezaba a tomar en serio la responsabilidad de su persona, pero se sentía culpable por no haber sido lo suficientemente centrada para conducir a su hijo más pequeño. Siempre discutían; por cualquier cosa insignificante ella lo maltrataba y obviamente, cuando su hijo creció, los altercados eran al tú por tú. Sin embargo, las cosas ahora han cambiado para bien de los dos. Ella se dio cuenta de sus errores y decidió tratarlo de diferente manera. Ya no más gritos, no más compararlo con su otro hermano, no más negativismo de su parte, no más pleitos por las cosas materiales. Todo cambió desde entonces. El chico ha reanudado sus estudios, trabaja con otros chicos y se ocupa siempre de manera positiva. ¿Qué pasó entonces?

Ya nos damos cuenta a veces, muy tarde, de los errores que cometemos los padres con los hijos. Pensamos que nuestras decisiones son perfectas. Que nuestras órdenes son irrebatibles, que ellos solo tienen que obedecer sin replicar. Si no lo hacen, los consideramos rebeldes y groseros. A veces les recalcamos todo lo que nos ha costado su mantenimiento, como si ellos fueran culpables de estar en este mundo. Nos olvidamos que también nosotros fuimos jóvenes y que cometimos muchos errores; que nos costó mucho formar una familia funcional o disfuncional, pero ahí la llevamos; que también a nosotros nos costaba mucho obedecer las reglas del hogar; que nos queríamos quedar dormidos y no ir a la escuela, en fin, queremos que ellos sean los hijos perfectos, que nosotros no fuimos. A veces no nos damos cuenta que los hijos necesitan ser escuchados; que nuestro tiempo no es el de ellos, ni nuestra época ni nuestras costumbres. A veces solo necesitan que les pongamos atención y que los tratemos como nos gustaría que a nosotros nos hubieran tratado en nuestra infancia y juventud nuestros padres. Démosle a nuestros hijos lo que necesitan para crecer interiormente y dejemos los pleitos para los que no tienen espacio en su corazón más que para ellos mismos. ¡Escuchemos a nuestros hijos!




                                                      

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