miércoles, 22 de febrero de 2012

Los Hospitales Pobres

Hace ya bastante tiempo, cuando visité un Hospital de la ciudad, fué sorprendente ver que en vez de cortinas, tenían sábanas en las ventanas; en vez de sillas y cestos para la basura, había cajas de cartón para sentarse o depositar la basura. ¿Se han dado alguna vuelta por los hospitales de su ciudad? No los privados sino  los otros: los del pueblo, a los que acuden las personas que no pueden pagar por la atención médica privada o no tienen ninguna clase de seguro médico.                                   

Nunca nos fijamos en eso. Es molesto. Sobre todo si tenemos recursos económicos suficientes para pagar médicos y atención especializada y privada. Sería bueno hacer conciencia sobre aquellos enfermos que tienen que acudir a esos centros médicos donde muy apenas hay lugar para ellos. A veces son tres, cuatro o más enfermos en una sola habitación. Cuando salí de allí, juré que iría a llevar por lo menos un par de cortinas y algunos botes para basura y ¿qué hice? Lo que todos hacemos una vez que ya se arregló NUESTRO problema: olvidarme de aquellas buenas intenciones. Ahora lo confieso.

Sucede que siempre que tenemos una necesidad, nos urge que nos ayuden, que nos pongan atención, que nos arreglen el problema, pero una vez que ya lo solucionamos, se  nos olvidan esas buenas intenciones. Eso es muy comodino. Sin embargo, la mayoría somos así. Y con todo, nos sentimos muy bien con nosotros mismos. Deberíamos acudir allí de vez en cuando. Visitar esos lugares y a esos enfermos que a veces están tan solos y cuyos familiares –si los tienen- no se paran por ahí. Total, los enfermos no sirven para nada, más que para estorbar o para hacernos gastar ¿Estaremos algún día en esas tristes condiciones? No sabemos cuántas carencias tienen los hospitales pobres ni los pobres enfermos. Debemos aprovechar cualquier momento libre para llevar lo que se pueda. Hacer una obra de caridad sin que nos tengan que tomar fotos para el periódico. Recordar que cosechamos lo que sembramos. Si no nosotros, nuestros hijos.


miércoles, 15 de febrero de 2012

"Ver más allá"

Dice un mono sabio en un pasaje de la película “El Rey León” a Simba: “Ve más allá”…pero el mono hablaba no sólo del paisaje inmediato que Pumba y Simba tenían ante sus ojos .Lo invitaba a ver más allá de lo que tenía enfrente, más allá de esa escena, de ese presente y entonces el rey león vió sus sueños futuros.

Al igual que nosotros, otro mono sabio debería aconsejarnos: salir de nuestro escondite emocional, de nuestra caja de seguridad para volcarnos “más allá” de nuestras simples vidas, donde todo es preocupación por el momento presente; donde todo es temor ante el riesgo de perderlo todo a manos de los delincuentes. Ver más allá de nuestras limitaciones, de nuestras apropiaciones, de nuestros miedos. Cuando el tiempo pase, veremos con nostalgia ¡cuánto bien pudimos hacer y no lo hicimos! O ¡cuánto mal pudimos evitar y tampoco lo evitamos! No podemos separar los buenos de los malos porque todos vivimos juntos,  pero podemos ser fermento que fructifique en abundancia, en nuestro medio ambiente. Podemos ser ese polvo de hornear o ese bicarbonato de sodio que esponja la masa, que la hace verse más sabrosa y que le da un sabor más delicioso. No tenemos que asemejarnos a los violentos, a los envidiosos, a los mentirosos, porque "todos lo hacen". Podemos ser diferentes y aspirar a algo mejor con nuestra aportación personal. Todos tenemos algo especial que aportar.

Fuimos elegidos para vivir en este siglo. Vivámoslo en plenitud y abundancia. Los malos pueden matar nuestro cuerpo pero NO nuestro espíritu. Sigamos viviendo con valor y con libertad este tiempo que nos tocó lleno de violencia y terror. Vivámoslo en abundancia, con alegría, con la seguridad de que estamos en el camino correcto y veamos MÁS ALLÁ.
                                                                                     
                                                          

miércoles, 8 de febrero de 2012

¿Quién manda en casa?

Cuando mi sobrino estaba en la Primaria, el maestro les preguntó: ¿Quién manda en su casa? y él muy ufano contestó: “mi tía”.
Supongo que mi tono golpeado de hablar le indicaba al niño que yo era quien llevaba la batuta en la casa. Aquella vez , cuando el maestro mandó llamar a mi cuñada para preguntarle quién era “la tía”, ella le dijo que como convivíamos juntas las dos familias, el niño sentía que así era, que la máxima autoridad era la tía. Me dio pena con mi marido esa experiencia, pues debió sentirse relegado a un segundo plano. Aclaramos aquella situación que ahora recordamos con risas.
Pero volviendo a un plano más serio, parece que muchas familias están en constante competencia por sentir que quien manda es él o ella. En la familia lo más importante no es saber quién manda, sino quién dirige, quién organiza, quién compra, quién cuida, quién disfruta, quién trabaja, quién descansa, en fín, el que tenga más amor será el que tiene más derecho que ninguno. Aquí lo más importante es SERVIR. El que sirve más, es el que tiene más prioridad. Una vez me tocó escuchar a una pareja; traían a un niño como de 6 años y estaban de compras en el mercado. Ella había puesto en su carrito del Super unos yogurts y entonces fue cuando escuché al tipo (supongo que era su marido) vociferar ¿Quién trabaja? ¡Yo! ¿Verdad? ¿Quién gana el dinero? ¡Yo! ¿Verdad? Y acto seguido echó un paquete de cervezas al carrito y sacó los yogurts. Se le veía bastante molesto y ellos se veían muy apenados. Así que supongo que él mandaba en su casa ¡y de qué manera! Ese sí que era dictador. Qué tristeza recordar aquella escena que aún perdura. Ojalá que los caballeros entiendan que ser de esa manera no les da más autoridad, sino más fealdad y más rencor de parte de los miembros de esa familia.
Tener autoridad sobre los demás no significa abusar de ella. Significa guiar, sugerir, ordenar, administrar. Significa ganarse la confianza y el afecto de los que le rodean, sea en su familia o en su trabajo. Así, con el amor como bandera puede guiar a su familia como cualquier buen líder lo haría. Que sea el amor el que manda.




                                                                           

jueves, 2 de febrero de 2012

¿Cómo está hoy?

                                                                             
Dicen que cada quien habla según como le va en la fiesta y es cierto. Podemos preguntarle a alguien: ¿Qué le parece este día nublado y fresco? Esa persona puede contestar que el día está triste y melancólico, otra persona puede contestar lo contrario, que está muy agradable. ¿Por qué no ver con buenos ojos cada día, sea como sea? Lo importante es verlo, sentirlo, vivirlo. Si una persona está triste o deprimida, verá el día triste. En cambio, si está alegre y tranquila, hasta a los peces del mar los verá contentos, pero es porque así está su estado de ánimo.

Lo más importante de todo es no perder de vista lo que hacemos y decimos. Así como se contagia el buen humor, también el mal humor se contagia. Algunas veces puede suceder que el señor de la casa llegue molesto de su trabajo, nadie sabe qué sucede. Se molesta hasta por el más mínimo detalle y en consecuencia, todo el ambiente familiar se contagia y todos en la casa  se vuelven reservados y nos sentimos malhumorados, ¿por qué? El mal humor y el buen humor son como la gripe, se contagian inmediatamente. ¿Qué hacer? Primero que nada, dejar que la tempestad se calme, que se calmen los ánimos, luego si es posible, aclarar malos entendidos, siempre de manera discreta, nunca frente a los hijos o frente a otras personas ajenas a la familia (sería humillante); ir conduciendo la plática entre ambos a un nivel de entendimiento claro y maduro, de adultos sin molestarse, sin señalar culpables, solo aclarando situaciones y determinar que los problemas del trabajo no deben traerse al hogar ni viceversa. Los problemas familiares tampoco deben llevarse al trabajo. ¡Imagínense! Si el esposo es un investigador, se la va a pasar investigando todo lo que acontece con su familia (obsesivamente hablando); o si en la casa se peleó con su mujer ¿Va a llegar peleando a su oficina?. No. Debemos ser personas centradas y concentradas según el ambiente en el que estemos. Y ver de manera natural lo que acontece a nuestro alrededor. Quitarnos los lentes obscuros del alma si estamos tristes y tratar de interesarnos en los demás. Siempre habrá gente que necesite de una palabra de aliento.