Uno cree que al crecer los hijos y casarse, se acabaron tooooodos los problemas, cuando en realidad apenas empiezan. Ya porque algún hijo se peleó con su mujer, ya porque la hija está llorando por los engaños o desaires de su flamante marido, ya porque el nieto está enfermo o tiene algún problema en la escuela. La verdad es que lo único que podemos hacer es, rezar porque nuestros hijos salgan adelante, despacio o rápido, pero siempre adelante. Que puedan resolver los problemas del día, estemos o no nosotros, porque no sabemos cuántos años más vamos a durar para seguir aconsejándolos.
Por esto, debemos sentarnos a platicar con nuestros hijos, casados o no. Aconsejarlos, lo pidan o no. Ofrecerles nuestro apoyo incondicional, esperando que no abusen dejándonos a los nietos todos los fines de semana o todas las vacaciones escolares. Hacer hincapié que somos los abuelos que quisiéramos consentir a los nietos, mas no desempeñar el papel que sólo les toca a ellos: el de padres. Y sobre todo, no maleducar a esos pequeños que todo quieren y si no lo obtienen, lloran a todo pulmón. Ni tampoco permitirles que nos falten al respeto. Se les debe poner un límite.
La familia es así y nosotros, los que engendramos a estas personitas, debemos ser fuente de soporte y guía para todos los que vendrán a través de ellos. Amarlos sobre todo y si es necesario, castigarlos sin golpes pero sí con energía, de tal manera que, al crecer, no paguen las consecuencias de haber crecido sin tener a nadie que los reprendiera por los daños que ocasionaron con su mala conducta; en fin, que sientan que crecieron "en familia".
Tienes total razon... si, me recuerda a alguien...
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