viernes, 31 de julio de 2015

¡¡¡¡¡¡ADIÓS, HIJITA!!!!!



Una de las situaciones más dolorosas en la vida, es ver partir a un hijo….hacia la vida eterna, donde no hay llanto, ni dolor, donde termina el sufrimiento y empieza el verdadero gozo de contemplar el rostro de Dios. Yo lo creo así firmemente porque la fe me lo dice y es ella la que me sostiene en estos momentos cruciales. Dicen que al perder a tu esposo te hace viuda, a tus padres, huérfana, pero que no hay nombre cuando pierdes a un hijo. Es contra natura. Quizá…no lo dudo. Pero ¿por qué no es lo más normal perder a alguien a quien amamos? Realmente vivimos cada día con la muerte a nuestro lado. ¿Sabemos si despertaremos mañana? No. De lo que SI estamos seguros, es  que moriremos algún día.

No, no es fácil hablar de la muerte de un hijo. Sobre todo cuando no te la esperas. Cuando su muerte es repentina, queda como un vacío inexplicable; el corazón……… ¡ay, el corazón! sientes que se agrieta en mil pedazos; no puedes creer que ayer hablaste con el hijo o la hija y hoy, ya no está. Pero, cuando la fe es fuerte, entonces Dios viene a tu encuentro, te toma en sus brazos y te anestesia el corazón. Y no sabes cómo, por qué razón no puedes sentir tanto dolor, cuando deberías estar agonizando emocional o espiritualmente. Sin duda, la partida de mi hija me deja adolorida mi parte espiritual y emotiva y hasta los huesos siento que me duelen; pero es necesario ponerme de pie y seguir caminando. La vida en la tierra no es eterna. Un día terminará y ese día será un encuentro feliz para ella y para mí. Sé que me esperará a la entrada del cielo donde ella ahora vive, en el Jardín celestial que el Señor cultiva. Ella es una de sus rosas favoritas. Lo sé. Así que no es un “adiós” sino un “hasta luego hijita”. 





                                                    

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