Hace poco, platicando con mi hija, la menor
de ellas, me comentaba que estaba muy triste porque hacía poco había fallecido
un ancianito que se decía “abuelito suyo” y, no había ido a visitarlo hacía ya
buen rato. La viuda del señor le comentaba que su viejito le preguntaba por qué
motivo Mayra (mi hija) no había ido a visitarlo. Imagínense el dolor que le
causó este comentario. Me dice que es algo que tardará en perdonarse. Eran
vecinos y al divorciarse ella, ya no lo vio más. Muy triste situación. Siempre
se decía a sí misma: “al rato voy”…y nunca fue. Ahora piensa que debió
conocerlo un poco más. Sus gustos, su paso por la vida……………..
Reflexionando
acerca de lo mismo me dice que realmente nunca o casi nunca conocen los hijos a
sus padres, porque así es: eso somos: “PADRES”; para los hijos no somos gente
común, con intereses propios, con errores, con depresiones, con fallas, con un
gusto especial por algo. Nos dedicamos a esa labor y nos olvidamos de ese otro
tipo de relación. Y lo vemos natural, pero no lo es. Lo natural es quererlos,
amarlos, cuidarlos, guiarlos, etc., y no esperamos que nos correspondan. ¿Debería
ser así? Entonces, me envía un mensaje y me pregunta: Mami ¿cuál es tu color
favorito? Y me sorprendió la pregunta. Y así, continuó con una serie de
preguntas acerca de mi vida personal. Le relaté mi Currículum Vitae completo y
quedó muy satisfecha de “haber conocido un poco más a su mamá”.
Gente que lee mis reflexiones: acérquense a sus hijos, háganlos sentir que ustedes también sienten y experimentan emociones al igual que ellos. Demuestren su afecto y cariño por ellos, abrazándolos y diciéndoles cuánto los quieren y cuánto desearían que ellos también se interesaran por ustedes. No se dan cuenta. No es mala fe. Es simplemente que nadie les ha dicho que también somos humanos y tenemos nuestro corazoncito.
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