Pensando en nuestro diario
convivir, pareciera que no nacemos libres, que siempre dependemos de otro o de
otros para subsistir. Y tiene lógica, porque cuando somos pequeños dependemos
casi en todo, de nuestra familia o de quienes nos rodean. Y luego, crecemos y
seguimos dependiendo de muchos cercanos a nosotros. Quizá por la aprobación que
recibimos de ellos y nos hace sentir que somos valiosos, quizá por la seguridad
que experimentamos al estar entre ellos.
Pero, la verdad es que
necesitamos crear consciencia de lo que somos: seres humanos libres, con
inteligencia y voluntad para tomar decisiones que nos favorezcan, que nos
ayuden a madurar y crecer como tales, en favor siempre, del bien común.
He visto con mucha tristeza,
cuántas personas sufren por no verse aceptadas tal cual son y hacen hasta lo
imposible por agradar a las personas con quienes conviven. Dejan de ser
originales y dejan su “yo” para ser “otros”, con tal de estar cómodos. Creo que
hasta comprarían los aplausos, las sonrisas, las aprobaciones, si pudieran. No
se han dado cuenta de su valor real. ¿Cuánto vale una persona? No tiene precio.
Su valor es inmenso. Sólo necesita que alguien se lo diga. Todos somos
inmensamente valiosos y poderosos. Es necesario caer en la cuenta del poder
absoluto que ejercemos cuando queremos. No es fácil. Hay que dar un paso a la
vez. Mírate en el espejo. ¿Qué ves?
No hay en el mundo otra
persona tan valiosa y tan completa como el reflejo de ese espejo. Con todo para
triunfar en la escuela, en la casa, en las empresas o donde quiera. Sólo se
necesita AMARSE A SI MISMO y estar consciente de que somos LIBRES.
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