Dejé de escribir algún tiempo
porque me sentí lastimada ante el comentario de una persona a la que quiero
mucho. Me dijo que yo realmente no tenía “estilo” para escribir y, bueno, pensé
dejar de lado esta inclinación mía. Pero, pienso que hay más personas que leen
mis escritos que los que dejan de leerlos y eso, es suficiente para mí. Además,
no estoy esperando ninguna presea por hacerlo. Simplemente me gusta compartir
mis experiencias pensando que quizá beneficien a algún semejante y animada por
hacer algo que me gusta y que no he dejado “para después”, para cuando yo no
esté ya en este mundo….. ¿qué caso tendría finalmente? Si sus opiniones son
positivas … ¡qué bueno!...si no lo son…¡ni modo!
Muchas veces vamos por el mundo
tratando de ser felices cada día y buscamos y pedimos y luchamos por ello. Pero
las más de esas veces, no podemos lograr esa felicidad porque estamos siempre
viendo el lado negativo de las personas que nos rodean. Lo bueno casi no se
nota, pero lo malo…¿qué tal? Podemos estar ganándonos el afecto de los vecinos,
de los suegros, de los cuñados, del jefe con una serie de conductas específicas
o regalos, o buenos comentarios o halagos o algún otro modo y así somos
apreciados…más por lo que hacemos que por lo que somos. Pero si hacemos algún
comentario fuera de lugar o “le decimos sus verdades” a cualquiera de ellos…..¡qué
problema habremos creado!
Me acuerdo cuando era joven y
recién casada, me esmeraba todo el día para que mi pequeño y hermoso hogar
estuviera reluciente, la comida bien hecha, la ropa en su lugar y yo…flamante y
arregladita para cuando mi joven esposo llegara. ¿Recibí yo alguna palmadita
por aquél esmero? ¿Alguien me dio las gracias? ¿Era mi obligación? Supongo que
sí lo era, pero como mujer, esperaba alguna frase de aliento, algún reconocimiento,
algo que me estimulara y me animara a sentirme feliz por lo que hacía. Nadie
recibe sueldo por las labores hogareñas, pero mi recompensa debió haber sido al
menos, un reconocimiento. Cuando nacieron mis hijas, me vi en la necesidad de
contratar a una señora para que me ayudara en mis labores domésticas y lo
primero que comentó mi esposo cuando regresó del trabajo fue: “Al fin se ve la
casa limpia”… ¿¿¿¿¡¡¡¡
Con el paso de los años, él ha
madurado, se ha dado cuenta del valor que tengo y también de sus errores. Pero,
¿por qué hay que esperar a ser viejo para valorar lo que tenemos a nuestro
lado? ¡Veamos el lado positivo de las personas! ¡Demos una palabra de aliento a
quien trabaja para nosotros con o sin sueldo! ¡Veamos con los ojos del espíritu
las buenas intenciones de los demás! ¿Por qué seguir ciegos ante la buena fe de
quienes nos rodean? Abrir la boca para resaltar las virtudes y no los defectos
de los demás…¡eso es bueno!
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