miércoles, 29 de marzo de 2017

LA CEGUERA DE LA VIDA


Dejé de escribir algún tiempo porque me sentí lastimada ante el comentario de una persona a la que quiero mucho. Me dijo que yo realmente no tenía “estilo” para escribir y, bueno, pensé dejar de lado esta inclinación mía. Pero, pienso que hay más personas que leen mis escritos que los que dejan de leerlos y eso, es suficiente para mí. Además, no estoy esperando ninguna presea por hacerlo. Simplemente me gusta compartir mis experiencias pensando que quizá beneficien a algún semejante y animada por hacer algo que me gusta y que no he dejado “para después”, para cuando yo no esté ya en este mundo….. ¿qué caso tendría finalmente? Si sus opiniones son positivas … ¡qué bueno!...si no lo son…¡ni modo!

Muchas veces vamos por el mundo tratando de ser felices cada día y buscamos y pedimos y luchamos por ello. Pero las más de esas veces, no podemos lograr esa felicidad porque estamos siempre viendo el lado negativo de las personas que nos rodean. Lo bueno casi no se nota, pero lo malo…¿qué tal? Podemos estar ganándonos el afecto de los vecinos, de los suegros, de los cuñados, del jefe con una serie de conductas específicas o regalos, o buenos comentarios o halagos o algún otro modo y así somos apreciados…más por lo que hacemos que por lo que somos. Pero si hacemos algún comentario fuera de lugar o “le decimos sus verdades” a cualquiera de ellos…..¡qué problema habremos creado!

Me acuerdo cuando era joven y recién casada, me esmeraba todo el día para que mi pequeño y hermoso hogar estuviera reluciente, la comida bien hecha, la ropa en su lugar y yo…flamante y arregladita para cuando mi joven esposo llegara. ¿Recibí yo alguna palmadita por aquél esmero? ¿Alguien me dio las gracias? ¿Era mi obligación? Supongo que sí lo era, pero como mujer, esperaba alguna frase de aliento, algún reconocimiento, algo que me estimulara y me animara a sentirme feliz por lo que hacía. Nadie recibe sueldo por las labores hogareñas, pero mi recompensa debió haber sido al menos, un reconocimiento. Cuando nacieron mis hijas, me vi en la necesidad de contratar a una señora para que me ayudara en mis labores domésticas y lo primero que comentó mi esposo cuando regresó del trabajo fue: “Al fin se ve la casa limpia”… ¿¿¿¿¡¡¡¡

Con el paso de los años, él ha madurado, se ha dado cuenta del valor que tengo y también de sus errores. Pero, ¿por qué hay que esperar a ser viejo para valorar lo que tenemos a nuestro lado? ¡Veamos el lado positivo de las personas! ¡Demos una palabra de aliento a quien trabaja para nosotros con o sin sueldo! ¡Veamos con los ojos del espíritu las buenas intenciones de los demás! ¿Por qué seguir ciegos ante la buena fe de quienes nos rodean? Abrir la boca para resaltar las virtudes y no los defectos de los demás…¡eso es bueno!

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