viernes, 30 de mayo de 2014

La Verdad y la Mentira


La Verdad se diferencia de la mentira por sus características. La primera es fuerza,  sosiego, luz, amor, claridad, sabiduría, sencillez y pureza. La segunda es complicación, obscuridad, debilidad cuando es descubierta, intranquilidad, dolor e ignorancia. De manera tal, que cuando hablamos con “la verdad” nos sentimos relajados, seguros y confiados. Malo es lo contrario.

Sin duda, muchos de nosotros nos creemos poseedores de la verdad, pero es suficiente con saber si los síntomas que están ante nuestros ojos son confiables para saber que no estamos errando. Abrir nuestro corazón al “Espíritu de la Verdad” no para hacernos dueños de la verdad, no para imponer nuestros propios puntos de vista, discutiendo o derrotando a los otros, sino buscando la Verdad con honradez y sinceridad. Vivamos en medio de nuestro ambiente con autenticidad y coherentemente, (como dijo alguien) en medio de una sociedad vacía de verdad pero llena de falsedades y manipulaciones, donde a la mentira se le llama diplomacia; a la explotación, negocio; a la irresponsabilidad, tolerancia; a la sensualidad, amor; a la arbitrariedad, libertad; a la falta de respeto, sinceridad. ¿No es todo esto un cambiar de palabras con astucia? ¿Por qué razón no le decimos pan al pan, y vino al vino? Porque no nos conviene.

Y todo esto porque necesitamos que la gente crea en nosotros a fuerza de apariencias aunque reine la violencia y la injusticia. Necesitamos ser más congruentes con nuestras actitudes. Ser, no aparentar. Recordemos que el respeto total a la verdad nos aproxima a los demás, fortalece la justicia y nos da la paz. Si nosotros no portamos la verdad…¿quién? 


             


El rencor mata...............







El rencor es un sentimiento negativo que poco a poco nos va matando interiormente. Esto se da cuando una persona es afectada por otra o por alguna circunstancia desafortunada que le ha tocado vivir. En este último caso, poco o nada se puede hacer, puesto que el mal ya ha sido hecho en el pasado y no depende de nosotros, más que solo poner de nuestra parte lo mejor para empezar a olvidar aquel desafortunado suceso. Por otro lado, cuando hemos sido afectados por alguna persona con la que convivimos por algún tiempo o con quien seguimos aún conviviendo, el dolor se vuelve agudo en nuestro interior y esto se debe a que aquel momento lo conservamos “fresquecito” en nuestra mente. ¿Qué hacer para aliviar en algo esa molestia?

Primero que nada, recordar que nada que nosotros queramos que nos moleste, lo hará…mientras nosotros no lo consintamos. Es difícil al principio, pero no imposible. Recordar que aquel suceso nos agravió o nos afectó, pero ya no más. El mal que nos hicieron con o sin intención, es parte del pasado; un pasado al que aún estamos y permanecemos enganchados, como dos cadenas cuyos eslabones permanecen más firmes que nunca y cuyo acero parece irrompible. ¡Pues no! ¡No es así!..........¡Hay que despertar!
                                                          

 Eso es: hay que despertar de esa obsesión que nos retiene con ese peso increíble y nos lastima cada vez más y más. Llevar ese recuerdo a un lugar muy lejano de nuestra mente y de nuestro recuerdo y ponerle alguna tapa con sello fijador, o ponerle cloro para que se diluya o algún otro ácido que nuestra mente permita ponerle a ese recuerdo para que deje de lastimarnos. Todo depende de nosotros; de que queramos alejar para siempre ese aguijón que nos retiene, ese peso que no nos deja avanzar. Depende de nosotros. No hay medicamento para olvidar. Pero nuestra mente es muy poderosa: hay que recordarlo. Perdonar y liberarnos para siempre de ese peso que en nada nos beneficia. Poco a poco avanzaremos hacia nuestra liberación interior. ¡Adelante!