Desde
que nacemos nos preparamos para hacer frente a todos los problemas que se nos
van a presentar…¿no es así? Cuando somos adolescentes nos preparamos para
enfrentar los retos que nos van a seguir durante la juventud; cuando somos
jóvenes nos preparamos para cuando seamos adultos…..porque ya vamos viendo
todos los serios problemas con los que nos vamos a enfrentar, desde la propia
manutención hasta nuestra total independencia, seamos hombres o mujeres….ya hoy
por hoy, no hay distinción…..al rato, las mujeres quizá mantendrán a los
hombres…quien sabe.
En
fin, si llegamos a viejos nos daremos cuenta de lo poco o mucho que logramos
hacer a través de la vida; los triunfos o fracasos, las derrotas o victorias,
el amor o desamor, la pobreza o la riqueza que obtuvimos con nuestro esfuerzo.
Lo que compartimos y lo que no; lo que guardamos para el futuro y los resentimientos
que aún conservamos en el corazón. Pero a algunos, no nos gusta hablar de la
muerte, de lo que vamos a dejar cuando nos vayamos definitivamente de este
mundo pero….esta es la triste realidad. Vivimos con la muerte cada día, porque
la vida nunca es segura: la muerte sí que lo es. Algunos dirán:
¡qué pesimista!.....Yo diría: ¡qué realista!
¡qué pesimista!.....Yo diría: ¡qué realista!
Y
en serio. ¿Quién se ha puesto a pensar en ello? Seguramente los más sabios de
entre nosotros. Esta es la realidad. ¿A quién le vamos a dejar nuestras cosas más
preciadas? ¿Nuestra casa, nuestros libros, nuestra ropa, nuestras joyas,
nuestros muebles, etc., etc.? ¿Hemos pensado en eso? No………..estoy segura de
eso. ¿Qué haremos al final de nuestra vida? Sería bueno recapacitar en ello.
Perdonar a quien nos ha ofendido. Aclarar malos entendidos. Según sea como
queramos que nos recuerden, así debemos proceder. Y empezar a ponernos en paz
con nosotros mismos y sobre todo, perdonarnos por todos esos errores cometidos
y ver si podemos resarcir en algo el daño que hemos causado voluntaria e
involuntariamente. Y para todos, creyentes o no, pedir perdón a Dios por
nuestra indiferencia, olvido, rechazo u odio hacia El; por lo mucho que lo
ofendimos a través de nuestra vida y confiar en que El que es todo amor…nos
recibirá con los brazos abiertos. Esta es la realidad.
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