martes, 17 de diciembre de 2013

Otra vez Navidad









 

Hay gente que dice que el tiempo de la Navidad no le gusta, que le parece triste, melancólico, aburrido. Y yo creo que cada quien ve las cosas según su propio sentir o sus propias emociones de “ese” momento.

Posiblemente en alguna Navidad se le murió un ser muy querido; quizá el marido no estuvo allí, o la abandonó precisamente “ese” día; quizá esa o esas personas estuvieron muy solas esos días de alegría y bullicio para el resto de las otras. Pero es imposible que los demás sepan cómo se siente todo el mundo si no se hacen presentes en la sociedad. Los que sufren, los que están solos o deprimidos, los que tienen hambre, los enfermos, los muy pobres..¿dónde están? A veces estamos enseguida de ellos y no nos percatamos; a veces nos los encontramos en algún lugar y los ignoramos por la prisa que llevamos en reunirnos con los nuestros.                                                                                       

La Navidad es celebrar cada año el nacimiento del Hijo de Dios, el nacimiento de Jesús-Niño-Dios……nuestro redentor. Aquél que no tenía un lugar donde nacer y que el mundo ignoró y crucificó, no tenía dinero, ni casa, ni afecto. Si naciera ahorita, seguro que nos apresuraríamos a ofrecerle nuestra casa y le arreglaríamos una habitación lo más bonita posible, con aire acondicionado y calefacción; es más, le pagaríamos el Hospital a María, su madre. ¡Claro! No faltaría el Baby shower antes del alumbramiento….y si supiéramos quién es el que va a nacer, lo publicaríamos en todos los periódicos. Pues bien amigos, les tengo una noticia: todo eso que pensamos que haríamos es lo que debemos hacer hoy y siempre. Preparar la casa de nuestro corazón, nuestro espíritu de la mejor manera que sabemos, adornándolo lo mejor posible con nuestro comportamiento diario, nuestro servir diario y nuestras buenas obras. Eso es acondicionar “esa” habitación para recibirlo y hacer su estancia en el mundo menos dolorosa. Salir de ese egoísmo nuestro que no nos deja pensar en los demás, sólo en organizar todos los detalles de este próximo 25 de diciembre para estar alegres, bien comidos, bien bebidos y bien calientitos en casa.

Preparémonos de veras para que el Niño Jesús nazca en nuestro corazón, lleno de abundante amor…¿qué mejor regalo que éste?
Vamos pastores, vamos, vamos a Belén; a ver en ese niño la gloria del edén; a ver en ese niño la gloria del edén...............

lunes, 9 de diciembre de 2013

La realidad


Desde que nacemos nos preparamos para hacer frente a todos los problemas que se nos van a presentar…¿no es así? Cuando somos adolescentes nos preparamos para enfrentar los retos que nos van a seguir durante la juventud; cuando somos jóvenes nos preparamos para cuando seamos adultos…..porque ya vamos viendo todos los serios problemas con los que nos vamos a enfrentar, desde la propia manutención hasta nuestra total independencia, seamos hombres o mujeres….ya hoy por hoy, no hay distinción…..al rato, las mujeres quizá mantendrán a los hombres…quien sabe.

En fin, si llegamos a viejos nos daremos cuenta de lo poco o mucho que logramos hacer a través de la vida; los triunfos o fracasos, las derrotas o victorias, el amor o desamor, la pobreza o la riqueza que obtuvimos con nuestro esfuerzo. Lo que compartimos y lo que no; lo que guardamos para el futuro y los resentimientos que aún conservamos en el corazón. Pero a algunos, no nos gusta hablar de la muerte, de lo que vamos a dejar cuando nos vayamos definitivamente de este mundo pero….esta es la triste realidad. Vivimos con la muerte cada día, porque la vida nunca es segura: la muerte sí que lo es. Algunos dirán:
 ¡qué pesimista!.....Yo diría: ¡qué realista!

Y en serio. ¿Quién se ha puesto a pensar en ello? Seguramente los más sabios de entre nosotros. Esta es la realidad. ¿A quién le vamos a dejar nuestras cosas más preciadas? ¿Nuestra casa, nuestros libros, nuestra ropa, nuestras joyas, nuestros muebles, etc., etc.? ¿Hemos pensado en eso? No………..estoy segura de eso. ¿Qué haremos al final de nuestra vida? Sería bueno recapacitar en ello. Perdonar a quien nos ha ofendido. Aclarar malos entendidos. Según sea como queramos que nos recuerden, así debemos proceder. Y empezar a ponernos en paz con nosotros mismos y sobre todo, perdonarnos por todos esos errores cometidos y ver si podemos resarcir en algo el daño que hemos causado voluntaria e involuntariamente. Y para todos, creyentes o no, pedir perdón a Dios por nuestra indiferencia, olvido, rechazo u odio hacia El; por lo mucho que lo ofendimos a través de nuestra vida y confiar en que El que es todo amor…nos recibirá con los brazos abiertos. Esta es la realidad.